Aquella niña posada en
la ventana quería salir. Improvisar. Sacar todo lo que tenía guardado. Ocultar
lo que siempre había mostrado. Añoraba una vida que no tenía. Que no podía
permitirse. Que no le dejaban vivir. Y apareció él. Le mostró todo lo que, noches
atrás, buscaba. Sueños donde los monstruos quedaban olvidados. Realidades
pintadas en las calles. Y, como toda niña, había crecido. Ya no quería soñar
más. Quería despertarse en ese mismo momento. Ya no pretendía buscar lo que
añoraba. Solo quería volver a su ventana. Retroceder en el tiempo. Volver a
tener la vida de antes. Volver a soñar con monstruos. Cazar al vuelo el tiempo
transcurrido. Volver a empezar aquel sueño del que nunca despertaría.
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